domingo, 13 de noviembre de 2016

Ensayo sobre la identidad norteamericana Por Patricio de la Fuente


Estados Unidos es un país en el que las divisiones étnicas y culturales no son algo nuevo, han estado ahí desde el principio. 

Se considera a la cultura estadounidense como multicultural, pues es la combinación de diferentes grupos raciales provenientes de todo el mundo. Y aunque la identidad existe a pesar de la ausencia de registros escritos y, en general, de un sustento objetivo en la realidad histórica, el gran dilema de la nacionalidad estadounidense es que se encuentra desprovista de referentes étnicos o culturales.


Por muchos años, Estados Unidos se vio a sí mismo como una nación que básicamente recolectaba personas para fusionarlas en un solo pueblo. Con la entrada de este país a la Primera Guerra Mundial, se temía una fragmentación de sus habitantes, así que se emprendió una campaña de nacionalismo norteamericano.

Dos grandes fuerzas ayudaron a la definición de la cultura estadounidense después de 1945: la Guerra Fría y un crecimiento económico sostenido. 

Gracias a la Guerra Fría, los estadounidenses se identificaron como la negación del comunismo, las diferencias ya no importaban pues todos coincidieron en su odio a la Unión Soviética.


¿Quién ayudó a la propagación de estas ideas? Sin duda, los medios de comunicación. En el nacimiento de una sociedad posmoderna desempeñan un papel determinante, que comienza desde el período entre-guerras (1927-1939.) A través de la radio, la televisión, los slogans publicitarios y la propaganda, se difunden estereotipos y se homogeneiza a la sociedad.

El filósofo Theodore Adorno, apoyado en su experiencia de vida en Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial, preveía que la radio (más tarde también la televisión) tendría el efecto de producir una homologación general de la sociedad, haciendo posible e incluso favoreciendo, por una especie de tendencia propia demoniaca interna, la formación de dictaduras y Gobiernos totalitarios capaces de ejercer un control exhaustivo sobre los ciudadanos.


La segunda fuerza que ayudó a la definición de la cultura estadounidense era la económica.
Su identidad también se fortaleció gracias a la idea de una mejora de los niveles de vida. 

En los 25 años que siguieron después del fin de la guerra, el "sueño americano" definió a los habitantes de ese país. La televisión contribuyó a que todos se vieran como un nación de clase media con gustos similares.


Con la guerra de Vietnam y el deterioro económico que comenzó a sufrir Estados Unidos, se entra nuevamente en una crisis de identidad nacional. Estados Unidos pierde parte de su liderazgo en algunas áreas, las condiciones sociales de sus habitantes se deterioraron y la desigualdad aumentó. Con el fin de la Guerra Fría, la fórmula de la comunidad estadounidense tenía que inventarse otra vez.

En todos los ámbitos de la cultura estadounidense se gesta una falta de confianza sobre cuál debería ser la identidad nacional o si realmente existía. Fue en este momento, en el que se estaba viviendo un clima de ansiedad, que suceden los ataques del once de septiembre.

Dicho suceso significó el pretexto para sembrar la furia en los norteamericanos. El nacionalismo se desata con una euforia predecible, por todas partes imperaban los colores de la bandera.

Los norteamericanos, una vez más, tenían un enemigo que sirvió como unificador nacional. Todos estaban en contra del terrorismo; lo intocable había sido tocado; se sentían ofendidos; el país de la libertad, de las oportunidades y el sueño americano. Ya no importaba de qué religión, etnia o nacionalidad fueran, gracias al antiterrorismo las diferencias pasaron a segundo término.

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