Desde el comienzo del año 2002, y hasta la fecha, siguió su recuperación, pero sin alcanzar el nivel del año 2000, ni la promesa electoral del presidente saliente.
El problema es simple: la población crece más rápido (un millón de personas por año) que la oferta de empleo (seiscientos mil). También preocupa la decisión de varias maquiladoras de cerrar y emigrar en definitiva a Centroamérica y China, además de la competencia creciente de las manufacturas asiáticas.
El 55% de la Población Económicamente Activa (PEA) no cuenta con seguridad social (¿empleo informal?) Y el 28% no goza de otras prestaciones (vacaciones, aguinaldo, seguros, Infonavit)
México es la nación número 11 en población, la 14 en territorio, la 12 en recursos naturales y la NÚMERO 6 energéticos; somos la economía número 10 del mundo. Pero también somos el país 53 en desarrollo humano, 78 en escolaridad, 83 en mortalidad infantil y 121 en mala distribución del ingreso.
Para lograr generar los empleos requeridos y mejorar la remuneración de los existentes, se requiere un crecimiento estable de la economía entre 6% y 7% anual. Tal meta no es imposible; México la logró y sostuvo entre 1955 y 1969; Corea y Taiwán nos emularon en los años 70 y China lo realiza ahora.
Conforme a estos datos, la situación actual del empleo es lastimosa. Su generación es insuficiente y depende más del mercado internacional, que del nacional, gran parte carece de formalidad y de seguridad social, los salarios son muy bajos, y la autorrealización del trabajador suele ser muy escasa.
¿No será por estas condiciones que cada año emigran un gran número de braseros al exterior?
Basta con tomar algunos empleos: ¿Cómo aplaudir el trabajo repetitivo y enajenante de las maquiladoras los burócratas?
¿Qué pasa con la dignidad humana de los ambulantes callejeros?
¿Cómo dignificar el trabajo de los cargadores y de otros trabajadores manuales que sustituyen a máquinas por costar menos?
¿Cómo hablar entonces de un “mercado laboral”, si las personas no somos mercancías que se compran y venden?
“Es cierto que el ser humano está destinado y llamado al trabajo; pero, ante todo, el trabajo está en función de las personas y no las personas en función del trabajo”.
El empowerment (delegación y potencialización), hoy es la clave del éxito empresarial. El capital (lo más importante) de las empresas modernas es el “capital humano” en sus aspectos de genialidad innovadora y de liderazgo colaborador.
Los ejemplos abundan. Apple Computer, una gran empresa norteamericana que revolucionó y popularizó la computación en el mundo, nació con el genio de sus dos jóvenes fundadores y tan sólo 2 mil dólares prestados, en la cochera familiar de uno de ellos. Hoy está valuada en más de 400 millones de dólares y genera empleos creativos y de alta tecnología para más de 7 mil personas.
Por ende, toda propiedad privada implica la responsabilidad de generar más empleo y bienestar, más valor agregado y progreso para toda la sociedad, y no sólo para sus “dueños”. Esto es definido por la DSI como el “destino universal de los bienes”, según la cual, “nadie tiene derecho a lo superfluo mientras alguien carezca de lo indispensable.”
Esto requiere más ahorro e inversión gubernamental y menos gasto corriente en burocracia y consumo.
Al país le faltan seis millones de viviendas dignas, carreteras y ferrocarriles, puertos y aeropuertos, refinerías y plantas eléctricas, escuelas y universidades, cárceles y hospitales. Toda esta construcción no requiere importar insumos, tecnología, ni expertos del extranjero. Sólo requiere trabajo y capital financiero.
El país también necesita aprovechar su variedad de microclimas y suelos, sus bosques y litorales, en un verdadero esfuerzo no depredador del medio ambiente, sino produciendo frutos tropicales, especies marinas y animales terrestres de alto valor.
Así se podría satisfacer mejor el mercado nacional y exportar excedentes, logrando liberar a los campesinos y a los pescadores de sus miserias ancestrales.
Pero no basta generar nuevos empleos, producir más bienes o exportar para generar un mercado interno vigoroso.
En esencia, no sólo necesitamos un gobierno austero y eficiente, sino que requerimos un Estado promotor del bien común, que logre unir esfuerzos para aprovechar nuestros ingentes recursos naturales, que dinamice nuestra destacada creatividad y que proyecte nuestros ardientes deseos de vivir mejor.
Sin duda, uno de los elementos primordiales para lograr una economía próspera y moderna que genere bienestar compartido para todos, es el desarrollo de la tecnología de punta. Tecnificar el campo y nuestros talleres artesanales, además de aprovechar oportunidades hoy poco explotadas, como frutos tropicales, variedad de costas y climas, y el enorme bagaje folclórico arqueológico, son retos posibles de realizar.
Necesitamos cooperativas y microempresas, familiares y mutualistas, que se articulen en cadenas productivas.
Pero con los ingredientes enumerados antes: generosidad, laboriosidad y honradez, alimentados por un sano patriotismo y una verdadera concordia (sin la intervención del crimen organizado), tal dignificación de trabajo y de salario sí pueden convertirse en una realidad.
(1) En México la Población Económicamente Activa (PEA) es de sólo 44 millones de personas, (40%); en Europa, Japón y EUA., tal tasa es de 65%. Esto significa que en México cada trabajador debe sostener a 2.5 personas.
En nuestro país existen 10 millones de personas inactivas, no estudiantes, ni jubilados, no contadas como desocupados.
La mitad de la población agropecuaria, 17% de la PEA, está desocupada y no se incluye en las estadísticas oficiales de desempleo. El 80% de los campesinos están en situación de pobreza extrema
57% del PEA son empleados u obreros; 4.5% cuál son patrones, 35% trabaja por su cuenta y el resto, 3.5% está desempleado. El contraste de bienestar entre patronos y obreros es marcado y cruel.
En los últimos 10 años, el personal empleado en el sector manufacturero decreció 15% y en el sector comercial sólo creció 4%.
41.5% del PEA sólo se ocupa parcialmente, menos de 40 horas por semana.
El 66% del PEA gana menos de 3 salarios mínimos y el 23% menos de un salario mínimo.
El ingreso del 64% de los hogares no alcanza a comprar una canasta básica.
El 10% de los hogares más pudientes perciben el 43% del ingreso nacional, contra 41% que obtiene en conjunto el 80% de los hogares menos afortunados.
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