Entender que también existen identidades locales, apropiación del campo, apropiación del territorio, de los recursos naturales; enfrentamientos, conflictos, fricciones sociales, presiones por las diferencias culturales dentro de un mismo espacio que se dice LLAMAR “NACIÓN”, es comprender la complejidad del ser humano que vive (para su desgracia o para su fortuna) en sociedad.
Así ocurre en lo macro: trabajadores del hemisferio sur van rumbo al norte (a Estados Unidos).
México, como otros países tercermundistas, no tiene datos reales de cómo es el circuito de migración. No existen datos exactos de cuánta gente hace migración interna. Lo que sí sabemos es que los estudios en ciencias sociales bien podrían explicar el porqué la gente migra.
Los territorios se alteran cuando hay migración: las regiones se modifican tanto con la expulsión como con la recepción de seres humanos.
La migración humana genera, por lo general, tensiones sociales, pero también alianzas.
Por ejemplo: jornaleros de Morelos tienen contacto con los que están en su frontera con Puebla, y se logran hacer grupos. Ellos van juntos al norte del país a trabajar el campo, y podríamos decir que “unos invitaron a los otros”.
Los migrantes “no sólo cargan con su cuerpo”, también llevan a las regiones que migran sus valores, su comida, su cultura, sus costumbres, la forma en que miran la vida, etc., y después los humanos inciden en el territorio y “sus habitantes locales”.
Con la sobrepoblación más personas desean utilizar dichos recursos y se genera lo que ya todos conocemos: sobreexplotación, contaminación, miseria y tensión humana.
Los Estudios Regionales pueden ayudar al Estado a generar políticas públicas al identificar las causas de los problemas sociales y ambientales. Estos estudios subrayan las complejidades haciendo “ver lo que no se puede ver a simple vista”, ya que los políticos, economistas o funcionarios están especializados en un tema y ven la realidad en fragmentos pequeños, y esto los aísla de los procesos.
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