Yohandy. de 28 años vive en la provincia de Villa Clara, en Cuba. Desde su perspectiva y por medio de un mail nos describió la TRAGEDIA que recientemente vivió su comunidad tras haber sufrido los estragos de la "tormenta tropical" SANDY. Eso que CNN y Televisa no han podido (o querido) cubrir; aquí sus palabras:
Soy de un pueblito (El Santo) del
municipio Encrucijada, provincia de Villa Clara; mi barrio específicamente
lleva por nombre Tierra Fría. Es increíble cómo las condiciones geográficas
pueden influir tanto en la psicología de un ser humano. Desde que puedo
recordar los primeros acontecimientos de mi niñez siempre perduran las
constantes inundaciones que nos hacían abandonar nuestras casas para salvar
nuestras vidas.
No tengo en mis
recuerdos pasajes más tristes y desgarradores que ver a mi barrio todo bajo
agua; esto ocurría hasta tres veces en la temporada ciclónica; hoy tengo ya 28
años y creo que será siempre imposible de suprimir de las páginas de mi
historia. He tratado siempre de construirme un mundo mejor, otra situación
donde no estén ya más presentes tanta pena, destrucción, podredumbre. Es
difícil, casi imposible tratar de olvidar lo que te mancha, te duele, te afecta
considerablemente. Toda mi familia vive en este barrio, en este bario oscuro,
lejano, rústico, casi olvidado donde yo crecí y tuve mi infancia. Con grandes
esfuerzos he podido superarme pero no he podido abandonar esa historia porque
aquí estoy también directamente.
Construir una vivienda implica una inversión
que casi nadie de esta zona humilde no tiene.
Mi casa y la de mis abuelos solo
están a una distancia de 5 o 6 pasos de un caudaloso río que parece dócil y
amistoso mientras no comienzan las precipitaciones para la zona montañosa de la
provincia; es un miedo perenne frente a la imposibilidad de dominar la
naturaleza. Recuerdo con exactitud momentos en que amanecíamos con el agua
dentro de la casa o simplemente nos despertaban a cualquier hora
porque el peligro era eminente frente aquel salvaje esparcimiento de tanta
agua.
Es deprimente andar bajo la lluvia con unas pocas cosas buscando un lugar
para protegerte y al mismo tiempo dejar todo hacia atrás sin saber cuándo
volverás y qué encontrarás de regreso; esto ha pasado tantas veces que es muy
difícil cuantificarlo.
No tengo recuerdos que superen las
inundaciones provocadas por las intensas lluvias que dejó el huracán Sandy en
Villa Clara a su paso por la parte oriental del país. Lo sucedido tras el paso
del huracán Sandy es desastroso. Serían
las tres de la madrugada del 27 de octubre cuando los habitantes tuvieron que abandonar sus
hogares hacia sitios más seguros para
salvar sus vidas. Todo transcurrió en cuestiones de segundos, fue imposible
salvar los recursos porque el golpe de agua era tan fuerte y subía a un ritmo
tan acelerado que no se podía hacer
nada.
Mi hermana mayor vive en una zona
bastante intrincada, con su niño, su esposo y el abuelito de su compañero; el
paso de los autos a ese lugar llegó un momento que era imposible transitar y
tuvieron que rescatarlos en helicópteros, ella tiene imágenes sobre estos
tristes momentos. Todos estábamos en momentos de desesperación porque no
sabíamos qué iba a ocurrir y además no
teníamos certeza del lugar en qué estaban los familiares, si se encontraban en
lugares seguros o no; no había comunicación por vía telefónica; la corriente la
habían tumbado para evitar cortes eléctricos porque habían lugares donde ya el
agua estaba a la altura de los cables de los tendidos. En estos momentos en que
trato de ilustrar estos sucesos siento como si los estuviera viviendo
nuevamente. Ver tantas personas agitadas, pidiendo auxilio es un hecho
imborrable.
Las casitas de este lugar son de
madera y están muy cerca de este río; cuando el agua sobrepasa el cauce se
esparce con una fuerza que arrastra árboles, animales, paredes, muebles, todo lo que encuentra a su
paso.
Es muy feo y triste lo que causa este desastre. No se pueden imaginar el
daño en la psiquis de esta gente humilde al ver que pierden lo poquito que
tienen. ¡Es una miseria rapada! No existe en este lugar nada de que agarrarse,
es puro campo y sin ningún tipo de desarrollo. La gente aquí vive de lo que
siembra en sus tierras y casi siempre sus esfuerzos van a parar a las
corrientes de las aguas crecidas. Hay
momentos en que he perdido la fuerza, el deseo de luchar y se apodera una sensación
en el alma de mirar todo aquello y pensar a la vez que nunca acabará porque con
los poderes de la naturaleza el ser humano es impotente.
Todo se destruye; es como si con esas
aguas se fueran también las esperanzas y los deseos de vivir. Resulta que es
como un retoñar de dolor, de pérdidas y búsquedas donde al final se vuelve a la
misma miseria, a la misma tierra invadida y vulnerable ante las constantes
lluvias y con ellas la crecida atroz del río.
Dentro de mis grandes huellas está el desasosiego causado por los
constantes diluvios que sin compasión han arremetido contra mi vida, contra mi
gente por 28 años. En esta ocasión la casa de mis abuelitos perdió hasta las
ventanas y las puertas; todas las pertenencias permanecieron dentro del lodo y
el fango; otras no se sabe dónde las llevó la corriente; tal vez al mar
porque el río confluye al mar.
Ver tanta destrucción encima ya de
una destrucción me causa un dolor, una sensación de borrar esta parte de mi
vida. Nunca hubiera querido vivir aquí,
mi madre dentro de sus mayores sufrimientos se refiere constantemente a lo que
ha significado vivir cerca del río Sagua La Chica. Es una pesadilla cuando
comienza acercarse la temporada ciclónica.
Crece la pobreza al paso de este fenómeno
porque se pierde casi todo; las plantaciones mueren ante tanta agua. Así
ocurrió en esta ocasión. Lo poco que se tiene se destruye, con esto también se
va perdiendo la fuerza; es tan tormentoso comenzar siempre otra vez. No es posible aceptar con optimismo esta realidad.
Me dieron tantos deseos de gritar
cuando veo la casita de mis abuelitos destruida, tanta necesidad. El agua llegó
a la altura de los hombros; se manchan las paredes y la humedad perdura por
muchos días.
Tuvimos que sacar el lodo que se quedó dentro de la casa con guatacas.
Todo lo veo cada día más oscuro,
triste, deteriorado. Mi barrio me pone muy triste y me deprimo al vivenciar
todo ese quebranto de seres humanos, de
las calles, árboles, viviendas. La vida
del campo aquí es muy dura porque hay pocas posibilidades y aún así la gente
sigue intentando pero se torna imposible cuando suceden estos fenómenos.
Mis palabras serán siempre
insuficientes ante las vivencias, ante la vida misma. Han sido días muy duros
para poder enderezar un poco este camino,
para poder continuar en este intento dialéctico de la supervivencia.
Es un lugar de mucha pobreza, se vive de lo
poco que se puede cultivar. Ahora se perdieron todas las esperanzas; las
personas estamos muy tristes porque se destruyó de lo que en el futuro
representaba un sostén.
Es muy duro crecer con la idea de cambiar esa
situación, de poder algún día moverte de sitio y al final ver que los años
transcurren y lo que has soñado no lo
has ha podido lograr. Amo mi origen, mi lugar, donde jugué, donde he
crecido pero no es posible resistirse ante tanto desastre, desolación.
Los sucesos del 27 de octubre (2012) cuentan
personas muy viejas que nunca lo habían presenciado, no tienen manera de
explicarlo. El agua llegó hasta el parque del centro del pueblo. Todo está
mustio por las constantes aguas y fuertes corrientes. Las calles están
destruidas, es casi imposible transitar por una de ellas porque la fuerza de la
corriente destrozó una de sus orillas haciendo el cauce más ancho; es decir,
como la calle está contigua del río se hizo más estrecha.
Ahora hay mucha miseria y
todo está muy feo. Ha sido impactante
todo lo que estamos enfrentando y será
la recuperación casi imposible porque mucho de lo que se perdió no se
puede rescatar.
Siempre he escuchado que el campo da
vida, es reconfortante para mí esa imagen es diferente porque mi paisaje también
es distinto. No siento alegría ninguna porque lo que guardo son momentos
capitales en mi vida muy triste a causa de vivir en un lugar prolifero de
inundaciones y de pérdidas constantes.
Creo que me salva un poco de todo
esto los amigos, la gente que me apoya y por sobre todas las cosas mi
espiritualidad que me permite otras miradas y defenderme de las miserias
materiales. Ahora voy para mi trabajo a cultivar y cultivarme porque es aquí
donde está mi refugio. Tengo que
impartir una conferencia sobre Mario Benedetti y aplicar algunas cuestiones del
comportamiento a partir del análisis del cuento del propio autor “El otro yo”.
Mis saludos a todos aquellos que han
decidido compartir estas vivencias. Muchas gracias y esperemos que estas
inclemencias no nos hagan perder la
ternura.
Saludos y un abrazo fuerte
YOHANDY
Fernando:
ResponderEliminar¿Qué de importante puede resultar el testimonio de una cubana en el 2012? De verdad ningumo porque es más de lo mismo.
Bala, Bla, Bla
Carlos