domingo, 11 de noviembre de 2012

CUBA: LA OTRA CARA DE SANDY (Testimonio de un cubano desde la isla)


Yohandy. de 28 años vive en la  provincia de Villa Clara, en Cuba. Desde su perspectiva y por medio de un mail nos describió la TRAGEDIA que recientemente vivió su comunidad tras haber sufrido los estragos de la "tormenta tropical" SANDY. Eso que CNN y Televisa no han podido (o querido) cubrir; aquí sus palabras:

Soy de un pueblito (El Santo) del municipio Encrucijada, provincia de Villa Clara; mi barrio específicamente lleva por nombre Tierra Fría. Es increíble cómo las condiciones geográficas pueden influir tanto en la psicología de un ser humano. Desde que puedo recordar los primeros acontecimientos de mi niñez siempre perduran las constantes inundaciones que nos hacían abandonar nuestras casas para salvar nuestras vidas.  

No tengo en mis recuerdos pasajes más tristes y desgarradores que ver a mi barrio todo bajo agua; esto ocurría hasta tres veces en la temporada ciclónica; hoy tengo ya 28 años y creo que será siempre imposible de suprimir de las páginas de mi historia. He tratado siempre de construirme un mundo mejor, otra situación donde no estén ya más presentes tanta pena, destrucción, podredumbre. Es difícil, casi imposible tratar de olvidar lo que te mancha, te duele, te afecta considerablemente. Toda mi familia vive en este barrio, en este bario oscuro, lejano, rústico, casi olvidado donde yo crecí y tuve mi infancia. Con grandes esfuerzos he podido superarme pero no he podido abandonar esa historia porque aquí estoy también directamente. 

Construir una vivienda implica una inversión que casi nadie de esta zona humilde no tiene.

Mi casa y la de mis abuelos solo están a una distancia de 5 o 6 pasos de un caudaloso río que parece dócil y amistoso mientras no comienzan las precipitaciones para la zona montañosa de la provincia; es un miedo perenne frente a la imposibilidad de dominar la naturaleza. Recuerdo con exactitud momentos en que amanecíamos con el agua dentro de la casa   o simplemente nos despertaban a cualquier hora porque el peligro era eminente frente aquel salvaje esparcimiento de tanta agua. 

Es deprimente andar bajo la lluvia con unas pocas cosas buscando un lugar para protegerte y al mismo tiempo dejar todo hacia atrás sin saber cuándo volverás y qué encontrarás de regreso; esto ha pasado tantas veces que es muy difícil cuantificarlo.

No tengo recuerdos que superen las inundaciones provocadas por las intensas lluvias que dejó el huracán Sandy en Villa Clara a su paso por la parte oriental del país. Lo sucedido tras el paso del huracán Sandy es desastroso.  Serían las tres de la madrugada del 27 de octubre  cuando los habitantes tuvieron que abandonar sus hogares  hacia sitios más seguros para salvar sus vidas. Todo transcurrió en cuestiones de segundos, fue imposible salvar los recursos porque el golpe de agua era tan fuerte y subía a un ritmo tan acelerado  que no se podía hacer nada.

Mi hermana mayor vive en una zona bastante intrincada, con su niño, su esposo y el abuelito de su compañero; el paso de los autos a ese lugar llegó un momento que era imposible transitar y tuvieron que rescatarlos en helicópteros, ella tiene imágenes sobre estos tristes momentos. Todos estábamos en momentos de desesperación porque no sabíamos qué iba  a ocurrir y además no teníamos certeza del lugar en qué estaban los familiares, si se encontraban en lugares seguros o no; no había comunicación por vía telefónica; la corriente la habían tumbado para evitar cortes eléctricos porque habían lugares donde ya el agua estaba a la altura de los cables de los tendidos. En estos momentos en que trato de ilustrar estos sucesos siento como si los estuviera viviendo nuevamente. Ver tantas personas agitadas, pidiendo auxilio es un hecho imborrable.   

Las casitas de este lugar son de madera y están muy cerca de este río; cuando el agua sobrepasa el cauce se esparce con una fuerza que arrastra árboles, animales,  paredes, muebles, todo lo que encuentra a su paso. 

Es muy feo y triste lo que causa este desastre. No se pueden imaginar el daño en la psiquis de esta gente humilde al ver que pierden lo poquito que tienen. ¡Es una miseria rapada! No existe en este lugar nada de que agarrarse, es puro campo y sin ningún tipo de desarrollo. La gente aquí vive de lo que siembra en sus tierras y casi siempre sus esfuerzos van a parar a las corrientes de  las aguas crecidas. Hay momentos en que he perdido la fuerza, el deseo de luchar y se apodera una sensación en el alma de mirar todo aquello y pensar a la vez que nunca acabará porque con los poderes de la naturaleza el ser humano es impotente.

Todo se destruye; es como si con esas aguas se fueran también las esperanzas y los deseos de vivir. Resulta que es como un retoñar de dolor, de pérdidas y búsquedas donde al final se vuelve a la misma miseria, a la misma tierra invadida y vulnerable ante las constantes lluvias y con ellas la crecida atroz del río.  Dentro de mis grandes huellas está el desasosiego causado por los constantes diluvios que sin compasión han arremetido contra mi vida, contra mi gente por 28 años. En esta ocasión la casa de mis abuelitos perdió hasta las ventanas y las puertas; todas las pertenencias permanecieron dentro del lodo y el fango; otras no se sabe dónde las llevó la corriente; tal vez al mar porque  el río confluye al mar.


Ver tanta destrucción encima ya de una destrucción me causa un dolor, una sensación de borrar esta parte de mi vida.  Nunca hubiera querido vivir aquí, mi madre dentro de sus mayores sufrimientos se refiere constantemente a lo que ha significado vivir cerca del río Sagua La Chica. Es una pesadilla cuando comienza acercarse la temporada ciclónica.

Crece la pobreza al paso de este fenómeno porque se pierde casi todo; las plantaciones mueren ante tanta agua. Así ocurrió en esta ocasión. Lo poco que se tiene se destruye, con esto también se va perdiendo la fuerza; es tan tormentoso comenzar siempre otra vez.  No es posible aceptar con optimismo esta realidad.

Me dieron tantos deseos de gritar cuando veo la casita de mis abuelitos destruida, tanta necesidad. El agua llegó a la altura de los hombros; se manchan las paredes y la humedad perdura por muchos días. 
Tuvimos que sacar el lodo que se quedó dentro de la casa  con guatacas.

Todo lo veo cada día más oscuro, triste, deteriorado. Mi barrio me pone muy triste y me deprimo al vivenciar todo ese quebranto  de seres humanos, de las calles,  árboles, viviendas. La vida del campo aquí es muy dura porque hay pocas posibilidades y aún así la gente sigue intentando pero se torna imposible cuando suceden estos fenómenos.

Mis palabras serán siempre insuficientes ante las vivencias, ante la vida misma. Han sido días muy duros para poder enderezar  un poco este camino, para poder continuar en este intento dialéctico de la supervivencia.  

Es un lugar de mucha pobreza, se vive de lo poco que se puede cultivar. Ahora se perdieron todas las esperanzas; las personas estamos muy tristes porque se destruyó de lo que en el futuro representaba un sostén.

Es muy duro crecer con la idea de cambiar esa situación, de poder algún día moverte de sitio y al final ver que los años transcurren y lo que has  soñado no lo has  ha podido lograr. Amo mi  origen, mi lugar, donde jugué, donde he crecido pero no es posible resistirse ante tanto desastre, desolación.

Los sucesos del 27 de octubre (2012) cuentan personas muy viejas que nunca lo habían presenciado, no tienen manera de explicarlo. El agua llegó hasta el parque del centro del pueblo. Todo está mustio por las constantes aguas y fuertes corrientes. Las calles están destruidas, es casi imposible transitar por una de ellas porque la fuerza de la corriente destrozó una de sus orillas haciendo el cauce más ancho; es decir, como la calle está contigua del río se hizo más estrecha.

Ahora hay mucha miseria y todo está muy feo.  Ha sido impactante todo lo que estamos enfrentando y será  la recuperación casi imposible porque mucho de lo que se perdió no se puede rescatar.

Siempre he escuchado que el campo da vida, es reconfortante para mí esa imagen es diferente porque mi paisaje también es distinto. No siento alegría ninguna porque lo que guardo son momentos capitales en mi vida muy triste a causa de vivir en un lugar prolifero de inundaciones y de pérdidas constantes.

Creo que me salva un poco de todo esto los amigos, la gente que me apoya y por sobre todas las cosas mi espiritualidad que me permite otras miradas y defenderme de las miserias materiales. Ahora voy para mi trabajo a cultivar y cultivarme porque es aquí donde está mi refugio. Tengo que impartir una conferencia sobre Mario Benedetti y aplicar algunas cuestiones del comportamiento a partir del análisis del cuento del propio autor “El otro yo”.

Mis saludos a todos aquellos que han decidido compartir estas vivencias. Muchas gracias y esperemos que estas inclemencias no nos hagan perder  la ternura.

Saludos y un abrazo fuerte 
 YOHANDY 

1 comentario:

  1. Fernando:
    ¿Qué de importante puede resultar el testimonio de una cubana en el 2012? De verdad ningumo porque es más de lo mismo.
    Bala, Bla, Bla
    Carlos

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