viernes, 2 de septiembre de 2022

Ya no importa quién vota, sino quién cuenta los votos Por Fernando Martínez


Sin duda alguna el INSTITUTO NACIONAL ELECTORAL (INE) es una de las pocas instituciones autónomas que no rinden pleitesía al presidente de México, Andrés Manuel López Obrador. 

Si revisamos la historia, la democracia mexicana, tal y como hoy la conocemos, tuvo su surgimiento del INE. La autonomía de este organismo, así como su estructura institucional, han sido fundamentales para asegurar las alternancias.

Hoy, año 2022, México vive un proceso: 

"Está probando" ser gobernado por un político que se dice de izquierda. México no volteó a ver a Perú, Bolivia, Argentina, Chile, Ecuador, pero eso es otra historia.

A esto le sumamos la espectacularización de la política: el señor que a DIARIO, DESDE SU PALACIO, NOS PONE VIDEOS DE "CHICOCHÉ" y continúa con un "BLA-BLA-BLA" en spots, conferencias de prensa y giras presidenciales.

En un país subdesarrollado como el nuestro, a la gente lo último que le importa es preguntarse cómo se contabilizan su votos y qué (órgano o institución) permite la democracia. Al 99% de  los mexicanos les interesa el cómo van a subsistir el día de hoy.

Pero debemos aprender de los errores de Cuba, Venezuela, El Salvador, Nicaragua y un largo etcétera. No debemos subestimar el ataque constante de AMLO a la máxima autoridad electoral, ya que quienes dominan los sistemas electorales son los mismos que dominarán a la postre los resultados electorales.
El debilitamiento que AMLO desea hacerle a la autoridad electoral, con el pretexto de que gasta mucho dinero, es la premisa para debilitar la posibilidad de la alternancia.

Dejando a México de lado, se viene una cuestión más perversa a nivel global, que es DIGITALIZACIÓN del sistema ELECTORAL.

Se plantea en un futuro sean sistemas computacionales los que registren, sumen, nombren ganadores y ya no las instituciones. 

Esto traerá ligazón con expertos, expertos en algoritmos en sistemas informáticos y desvinculará a gobiernos, partidos políticos, asociaciones, observadores. A simple vista parece ser un mecanismo "bueno", un mecanismo imparcial. Pero tiene una maña:
Cualquiera hoy puede comprender como un "no experto informático" la forma en que se organiza el recuento de votos, la forma en que los inspectores, observadores de las elecciones pujan por garantizar la limpieza de la elección en cuanto y en tanto cada uno está incentivado a contabilizar bien los votos y evitar que el otro les contabilice mal sus votos.

Entonces, hay un sistema de pesos y contrapesos que disminuye la posibilidad del fraude cuando se hace bien la fiscalización —eso lo puede entender cualquiera— ahora, tú, como simple ciudadano ve y entiende un sistema informático que te diseñó una empresa para tu país. Aquí empieza lo complejo y lo peligroso.

Ser el responsable del conteo de votos cuando nadie va a entender cómo está armado ese sistema informático es lo más antidemocrático que puede haber, porque se abre a la compra de mecanismos que terminan falsificando elecciones. 

Ese es otro escalón, otra tentación que mandatarios de todas las corrientes ideológicas y en especial las izquierdas latinoamericanas —no nos hagamos— han querido obtener: dominar el poder electoral. 

Porque quien controle, domine y actúe sobre cualquier PROCESO ELECTORAL, será el que también LE DIGA A LOS CIUDADANOS "QUIÉN RESULTÓ SER EL GANADOR".

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