Alexa,
una bibliotecaria estadounidense, sube a la estación Irving Park de la Brown
Line del metro de la ciudad de Chicago. Como todos los días, ella debe abordar
y trasladarse con la misma ruta para llegar a su trabajo en la “Librería
Estatal George Washington” en el centro de la ciudad. A diferencia de ciudadano
promedio norteamericano, a Alexa le gusta viajar en metro, porque la estación está
a unos pasos de su departamento, y sin hacer ningún transborde, la línea café la
internará siempre a la llamada downtown area. En “la ciudad de los
vientos” no es tormentoso viajar en transporte público, ya que la mayoría de
los habitantes cuentan con un automóvil, así que jamás se saturan los espacios
como en los países de Latinoamérica. Alexa tiene auto, pero nunca lo lleva a su
trabajo, en auto el trayecto sería más largo y la librería no cuenta con
estacionamiento.
Es
el mes de febrero, Alexa viste un abrigo negro que la cubre de pecho a rodilla,
unas orejeras, gorra y guantes. El frío todavía es fuerte en esta época. El
convoy que toma cada día Alexa sólo debe avanzar nueve estaciones y ella estará
en la puerta de la librería en tan sólo veinte minutos.
Alexa
espera ya en el andén. Parada con sus tacones negros y de brazos cruzados ella
sube la mirada para observar el letrero se anuncia que el próximo carro:
«Próximo Arribo 7 Minutos» lee Alexa y suspira. A sus espaladas, se escucha una
madre que le está enseñando a leer a su hija de dos años. La madre está
embarazada y con ternura se le escucha leer el mapa a escala:
—Montrouse…
Addison…. Welington… Clark…. —deletrea la mujer a su hija con ternura. «Qué
dedicada madre» piensa Alexa y se pone sus audífonos para escuchar audios de la
aplicación Whatsapp.
A
diferencia de “los metros” de la Ciudad de México o de otros países, el metro
de chicago es realmente un tren. Sus vías y ruedas son de hierro como un tren.
Alexa
es muy perceptiva, ella sabe que una persona es peligrosa porque siente “su
mala vibra”. En esta ocasión, Alexa ve a un hombre vestido de traje y lentes
obscuros, muy misterioso acercarse cerca de ella. Ella, aunque tiene los
audífonos, se aleja unos pasos porque no le gustó la actitud de ese hombre que
se vuelve más misterioso porque voltea para todos lados como si fuera un espía
paranoico de la KGB.
Alexa
ve llegar el tren de la Brown Line y en el momento que el tren entra a la
estación a una velocidad de 40 kilómetros por hora el trajeado hombre avienta a
las vías a la mujer embarazada ante los ojos de su pequeña que llora de miedo. En
la estación hay gritos, el hombre sale corriendo de la estación, otros hombres
lo persiguen, la sangre ha salpicado el piso del andén, mujeres y hombres que fueron
testigos quedan horrorizados. Las exclamaciones de una mujer en especial se
escuchan por todo el lugar. El chofer del tren, que también se percató del
hecho, sale de la cabina temblando y se asoma para darse cuenta que ha
aplastado por completo a un ser humano. Alexa saca de inmediato su teléfono y
marca al 911. En la estación, otro hombre jala la palanca de emergencia para
llamar a las autoridades, en este caso dos policías que estaban de guardia en
la estación llegan para interrogar a los presentes.
—¡Fue
un hombre vestido de traje negro! ¡Revisen las cámaras, revisen las cámaras!
—les dice Alexa a los dos policías que también tratan de evacuar a los que se
quedaron atrapados en el tren.
Alexa
no sabe cuándo ni por dónde, pero en la estación ya está una cámara de
televisión y un reportero que se acercan a ella. Con la cámara prendida y una
luz que le deslumbra, Alexa se percata, entre tanto alboroto que está en vivo
en el canal de noticias local.
—Estás
al aire, cuéntanos ¿cómo pasó? ¿fue suicidio o alguien más la empujó?
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