domingo, 16 de noviembre de 2025

CRÍTICA A LA MINISERIE DE NETFLIX “ME LATE QUE SÍ” Por Mayra Villanueva

La miniserie de Netflix ‘Me late que sí’ pone en reflexión dos verdades:

1. Todo ser humano TIENE EL SUEÑO DE GANARSE LA LOTERÍA 

2. Todos tenemos un precio.

A través del streaming ‘Me late que sí’ resalta la cultura, historia y modo de ser del mexicano y latinoamericano.

ME LATE QUE SÍ ❤️

No revela sólo el histórico fraude en el sorteo MELATE, 

🙀revela LA CORRUPCIÓN y falta de HONESTIDAD EN MÉXICO EN TODOS SUS NIVELES y ÁMBITOS:

🎯En lo político

🎯religioso 

🎯social

🎯deportivo 

🎯gubernamental 

🎯laboral.

La actuación de todo el elenco es majestuosa, pero llama la atención lo bien que hizo su trabajo Alberto Guerra:

Quizás porque toda la serie gira en torno a él, y es el que más escenas a cuadro tiene.

Guerra cuanta con todas las capacidades actorales, físicas y hasta vocales para convencernos de que ya no es al histrión al que estamos viendo en pantalla, sino al hombre al cual está encarnando. 

Aquí Alberto Guerra demostró lo buen actor que es y los que somos sus contemporáneos nos estábamos olvidando de eso. Las nuevas generaciones ahora lo conocen.

La historia es fácil de ver porque nos muestra la vida de los cinco involucrados en el fraude y hasta nos sentimos identificados con ellos, como bien debe ocurrir con un producto de ficción: que te identifiques con los sentimientos, actitudes y maneras de proceder de los protagonistas.

Como mexicanos llevamos toda la vida viendo por televisión un sorteo, transmitido desde un pequeño set, una cápsula de pocos minutos de duración, pero que emociona siempre a nuestros abuelos y progenitores. 

La pasión de esos abuelitos también se logra ver en cualquier local de PRONÓSTICOS

Los adultos mayores se ven ilusionados al llenar con lápiz o bolígrafo esas singulares hojas de papel que representan algún día poseer millones de pesos en una cuenta bancaria.

Hay un tipo de denuncia y de crítica en “Me late que sí”:

Los grandes funcionarios gubernamentales siempre encontrarán la manera de explotar a sus empleados y exprimir a las grandes instituciones para las cuales “trabajan” al mismo tiempo que les chupan recursos.

Hay corrupción en todos los niveles, desde el político que le roba a la Secretaría de Estado hasta el empleado de mediano nivel que soborna a su compañero de empresa. 

También una descomposición desde los más altos niveles en el deporte, hasta los más bajos anexos de rehabilitación de fe cristiana. Deshonestidad desde las televisoras hasta las amas de casa.

La miniserie nos revela que NO HAY CRIMEN PERFECTO. Que tarde o temprano (y esto es bíblico) TODO SALE A LA LUZ.

El diseño de arte es bueno. La musicalización y las canciones que nos acompañan en los finales de episodios también.

Lo que también cuenta “Me Late que Sí” es la vida común que llevamos los mexicanos. Las injusticias laborales, el deseo de llevar “una vida mejor”. La imaginación que ponemos a volar casi a diario en las oficinas a lo largo de nuestras vidas productivas.

Hay una sensación de nervios que logra transmitirnos esta miniserie a nosotros los espectadores. Los productores recrean lo emocionante que puede resultar la vida y hacen que los televidentes sintamos empatía por los defraudadores; eso es lo que logran los buenos proyectos. 

Quizás porque no vemos a ningún asesino y mala persona como estafador, sino a oficinistas, a mexicanos de a pie trabajadores que vieron una oportunidad de volverse millonarios.

Los espectadores sentimos simpatía por los estafadores la que también se consigue en “Ladrones” de Fernando Colunga y Eduardo Yañez; y “La Gran Estafa” de George Cooney y Brad Pitt.

Por algunos momentos sentimos las mismas emociones que los protagonistas, PORQUE ES LA VIDA MISMA LA QUE ESTÁ PLASMADA AHÍ; son hechos reales y por eso las escenas de emoción son porque vayan a descubrir a los involucrados. 

Una película mexicana de ese tipo no se veía desde “Museo”, donde dos jóvenes robaron piezas invaluables de la cultura Maya en el museo de Antropología, entre éstas la máscara funeraria de Pakal, una Navidad de 1985.

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