Desde principios de los 90, Alma Elisa Ramírez Cano se apoderó del apellido de su madre y por muchos años la conocimos simplemente como Elisa Cano, fundando al mismo tiempo CANO-CULTA.
Para Elisa siempre fue definitivo:
NO tener hijos, nunca dejarse abrir la puerta de un auto y jamás cocinar para un hombre.
Se dice que en casa de Elisa la cocina integral tenía un gran hueco, ya que en su bati-cueva, en ese refugio de las letras, en su torre de marfil; “no tener estufa” ayudaría a Elisa a siempre cumplir su palabra.
Ella decidió estudiar Contabilidad, pero odiaba los despachos contables. Su inteligencia la llevó a aliarse con un colega que la amaría tal como era:
Fuerte de carácter, decidida, obsesiva y aguerrida.
Y ese contador le daría las fuerzas necesarias para vivir de los reportes financieros y al mismo tiempo dedicarse a sus aficiones.
Sí. Elisa siempre hizo lo que se le dio su regalada gana.Así que Elisa burló al sistema: ella trabajó, pero siempre desde la comodidad de su casa. Nunca se doblegó a la burocracia ni a las normas de una oficina y se dio el lujo de estudiar otra licenciatura:
Creación literaria en el Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM).
En un mundo de estudiantes medianos, a kilómetros de distancia los profesores podían oler la inteligencia de esa peculiar estudiante que siempre se reía en clase, porque siempre su coeficiente captaba muy bien las ironías de la vida que el maestro en turno exponía. Algo así como en el cine, el que sabe inglés entiende los chistes locales de la cultura angloamericana mientras otros se quedan en silencio.
A Elisa nunca le gustó la transa, la injusticia, los acosadores y abusadores.
Le encantaba la fotografía y su mejor regalo de XV Años fue una videocámara Cannon con tripie no incluido. Pero Elisa se las ingenió para dotarse de todo un equipo de grabación.
Además de escritora, Elisa se metió, como agua por la coladera, al mundo de los coros.
Su trayectoria como cantante la llevó hasta ser entrevistada por la gran periodista Cristina Pacheco en las instalaciones del Canal Once.
Gracias por enseñarnos a burlar al sistema para ser un poco más libres, en un mundo que nos obliga a ser demasiado serios.
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