El trabajo de elaboración de personajes es impecable. Se agradece que retraten a los adolescentes mexicanos como realmente son.
Aquí vemos las instalaciones de una preparatoria de clase media como realmente es una preparatoria en México:
Sin casilleros y gimnasios, pero con pupitres, salones, oficinas, escaleras y puertas muy a la arquitectura de nuestro país.
La película "se la llevan" todos los jóvenes y jóvenas que se organizan al mejor estilo de Ocean's Eleven para robar, copiar, resolver exámenes y diseñar acordeones.
Rodrigo Munguía (el protagonista de esta historia) cae bien. Ya lo vimos en “Cautiva por Amor” y es un buen actor. Murguía tiene futuro.
El segundo protagonista, que no nunca di con su nombre, es un muchacho sin poses (ni cara bonita); a este tipo de joven podrías encontrártelo en el metro, en la tiendita de la esquina o caminando por tu barrio.
Diego Peniche es una revelación.Alfonso Borbolla sí es “la cruza” entre un asesino serial y un maestro de preparatoria que disfruta ver sufrir a sus alumnos cuando sólo anuncia: “¡examen sorpresa!”
Las mujeres también se lucen:
Daniela Martínez bien representa la sensualidad de cualquier preparatoriana inalcanzable con la que todos los jóvenes sueñan.
Sólo dos observaciones desfavorables:
Liz Gallardo no aporta nada. Su personaje es tan gris como lo es ella. Ana Layevska no nos convence como directora, Mónica Dione lo logró en “No Manches Frida”, y Andrea Noli en la secuela.
El final es conmovedor y no por ello irreal:
Siempre está el compañero o compañera que siempre fue flojo o burro y no pudo graduarse contigo. Después de ver a un salón desunido, nace el verdadero compañerismo ya no sólo para copiar y robar, sino para ayudarse a estudiar entre ellos mismos (hay quizás una moraleja de honestidad al final).
Pero luego, lo que más ternura da, es que todos apoyan a su compañero que no logró obtener el certificado a que "las autoridades correspondientes" se lo expidan gracias a la modalidad de “examen extraordinario”.
Gracias Ricardo Castro Velázquez por recordarnos el sonido del Messenger. Gracias por recordarnos lo patético de los exámenes sorpresa. Gracias por la nostalgia a esa etapa de nuestras vidas que no volverá.