El gobierno razonaba de la siguiente manera:
“Tú tienes la pantalla, el micrófono, las personalidades, la cobertura, que yo no tengo, pero sí tengo a las instituciones que nos bendicen y a la concesión que te harán millonario”.
Con la llegada de la pluralidad y la alternancia, el abanico se expandió, pero la relación entre los titanes de la comunicación y los titanes del presupuesto se mantuvo y se mantiene.
Para no ir tan lejos, en 1982 José López Portillo le retiró a la revista Proceso la publicidad oficial: “porque lo criticaban”, y remató diciendo aquella famosa frase “no pago para que me peguen”.
Han pasado 40 años de ese canino berrinche, y el protocolo sigue siendo el mismo; si no nos creen, sólo basta revisar a qué medio se les paga hoy publicidad oficial; vean las cantidades: a quiénes más, a quiénes menos, a quienes nada; sopesen las cifras y comprenderán que el tamaño de las cifras corresponde al tamaño de los compromisos.
Esto último, no nos debe asustar, porque esa es una de las mil formas en que cohabitan el poder político y el poder económico; unos quieren conservar sus negocios y ortos hoy desean sentirse ídolos y ganar elecciones.
Lo que está cabrón es que en medio de esta relación libidinosa están en un principio nosotros los contribuyentes que somos los que aportamos todos los millones de pesos que se parten y reparten allá en las alturas para patrocinar la buena imagen de un señor que no quiere mostrarse como un fracasado.
También, en medio de esta hoguera de las vanidades quedan los periodistas, los reporteros, las redacciones, los analistas, los articulistas, los opinadores, los especialistas, echando todo su talento, prestigio, trabajo, experiencia, categoría y viviendo para contarnos la verdad, pero siempre, “en la tablita”; siempre “en el filo de la navaja”; porque en una de esas se enoja el presidente, y el dueño del medio tiene que ofrecer una cabeza en prenda para demostrar su lealtad y su amor incondicional.
A todos esos que dicen que no hay censura contra las voces que revisan al poder, que lo cuestionan y que lo consignan, hay que recordarles que ayer fueron miles silenciados por el poder del PRIAN, pero hoy es Azucena Uresti. Mañana puede ser cualquiera.
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