La película tiene ritmo. La edición logra una sensación de que conforme corre la narrativa “siempre pasan cosas”.
La historia es atemporal y universal; ya que la situación por la que pasa el protagonista, Kevin McCallister, la podemos entender en cualquier época y país.
También, sin quererlo (tal vez), el guionista de “Home Alone” hizo una crítica a la cultura norteamericana:
EN LA PRIMERA PARTE se muestran los aspectos burocráticos de una civilización como la estadounidense; cuando la madre de Kevin llama a la policía y la transfieren al “Departamento de Crisis Familiares” y cuando Kevin compra un cepillo dental y le pregunta a la vendedora “si está aprobado por la Sociedad Médica Dental”; y esa misma vendedora, detrás de un mostrador, que puede ser cualquier minisúper de cualquier suburbio estadounidense, se toma en serio las preguntas de un niño de ocho años.
La cinta, tanto en su primera y segunda parte, muestra varios “guiños de ojo” al cine.
La personalidad de los ladrones tiene credibilidad, ya que desde inicios de la trama se muestran tontos, patéticos e ignorantes para que después sean burlados por un pequeño de 8 años. Pues la historia los va descubriendo como, el personaje que interpreta Macaulay Culkin los engaña.
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