Hoy, Siglo XXI, LA TECNOLOGÍA NOS DOMINA, nos embriaga.
Es tanta nuestra soledad que hoy lo único que tenemos es Netflix, un teléfono inteligente, unos audífonos de alta definición.
El acceso a internet es ilimitado, pero deberíamos ponernos límites.
Somos tan estúpidos que preferimos “chatear” con otros amigos y no hacerlo de cara a cara.
Hoy, la clásica crítica es; que en una reunión familiar nadie se habla y todos tiene la cara metida en la pantalla de sus teléfonos, como si todos fueran Carlos Slim, Bil Gates o alguien extremadamente ocupado para que continuamente se estén comunicando con él, y así, evitar la caída de las acciones en la bolsa de valores.
Somos tan miserables en nuestras vidas, que tenemos más orgasmos frente a la pantalla del computador que frente al ser amado.
Nos estamos erotizando con fotografías enviadas a nuestros móviles pero ¿ya casi nunca tenemos contactos reales? ¿Qué pasa? ¿Cuándo perdimos la habilidad de tratarnos cara a cara, piel con piel cuerpo con cuerpo?
Hoy, debatimos (y esa palabra es la decente) en los comentarios de Facebook, Twitter y demás, pero nuestra opinión en una de las cientos de miles de millones que hay en el ciberespacio.
Pero ¿Por qué el debate no es en persona?, porque el otro podrá golpearnos.
¿Es verdad que ahora nos resulta fácil escondemos atrás de una pantalla para sacar todas nuestras frustraciones? y ¿todo lo que no le podemos decir públicamente tenemos la valentía de decirlas con el teclado de un teléfono?
No voy a censurar a la tecnología, pues esta misma la que hoy me permite expresarme y llegar a varias personas a la vez.
Sin necesidad de gastar una hoja de papel los blogs han sabido comunicar ideas, la world wide web nos ha abierto la mente a nuevas experiencias que de otra forma no hubiéramos podido haber vivido.
Por ejemplo: Gracias a la tecnología tenemos contacto con nuestros seres queridos, décadas antes hubiera sido sólo por la línea telefónica, por el telégrafo o esperar meses en que les llegaran nuestras cartas.
Por ahí decía un filósofo (lo que ahora es una profecía):
“Algún día existirá la biblioteca infinita”.
¡Y ya llegó!, ¡es internet!, donde los datos y la información se vuelven infinitos
No, la tecnología no es mala per se, ES LA TECNOLOGÍA MAL EMPLEADA, la que yo crítico y ataco; y quisiera que todos abriéramos los ojos porque nos estamos convirtiendo en zombis.
Debemos disfrutar de un paseo y no quedarnos en casa.
Debemos conducir y no importarnos que el celular suene mil veces. (Es más estúpido cuando se maneja una bicicleta y se va observando el celular).
Debemos privilegiar el contacto físico real, las conversaciones cara a cara.
Debemos contar nuestras horas frente al Smartphone y nuestro tiempo invertido dentro de las redes sociales. Es un tiempo que ya nadie nos lo regresará.
Haz la cuenta y piensa si no te están robando minutos de tu vida, donde pudiste haber aprendido otro idioma.
Hoy te subes a un vagón del metro de cualquier parte del mundo (excepto Cuba, Cuba no tiene metro) y nueve de cada diez personas van viendo su pantalla de su dispositivo móvil, no hay contacto visual, ¡eso en el mundo real es un atrevimiento!
Debemos reflexionar que:
Facebook nos provoca envidia, Instagram nos provoca lujuria, Twitter nos provoca ira.
No es echarle la culpa ahora a la tecnología; el ser humano desde siempre ha sido un depredador de su congéneres.
Nada nos enriquece tanto como la experiencia humana y nada nos está enfermando tanto como ver la violencia explícita que se reproduce en las pantallas digitales.
Es momento de reflexionar para dónde vamos, qué va a ocurrir cuando no estemos conectados, cuando no haya tv, radio, internet o contacto con el mundo digital ¿qué va a ocurrir con nuestras vidas?
¿Podremos ser felices si no tenemos contacto digital con nuestros seres queridos?
¿Podremos ser felices si no comunicamos a nuestros amigos a dónde vacacionamos, qué comimos y a quién conocimos?
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